Aquí no se trata solo de golpes, patadas o técnicas, sino de entender el alma detrás de cada disciplina, de descubrir cómo las artes marciales pueden transformar no solo el cuerpo, sino también el carácter, la voluntad y la visión de vida.
Porque cada arte marcial es una historia, una filosofía, una forma de enfrentar el mundo. Y al conocerlas, podemos elegir con mayor conciencia aquella que se vincula con nuestros valores, necesidades y sueños.
Este sitio evoluciona contigo y conmigo. No siempre está actualizado, pero siempre está vivo.
Gracias por caminar este sendero conmigo.
Mi nombre: Juan de Jesús Lazareno Vázquez, me considero un apasionado de las artes marciales actuales como un camino ético, físico y espiritual.
Soy practicante del estilo: Tang Soo Do o Karate Coreano, con el reconocimiento de la Federación Mu Sa Kwan Tang Soo Do, con el grado de 2° Dan, con número de registro: 17143, con una experiencia en su práctica desde 1998.
A través de este espacio comparto lo que reflexiono, y lo que siento al recorrer esta vía que exige respeto, disciplina y apertura. No soy maestro ni gurú, soy un practicante y estudiante eterno. Entre mis ocupaciones profesionales, estudios en derecho y proyectos personales, este sitio respira a mi ritmo… y al de mi evolución.
En compañía del Gran Master Greg Bolia
Quiero compartir la anécdota de cómo me inicié en la práctica de las artes marciales… por equivocación, por accidente, o quizás por destino. Todo ocurrió en marzo de 1998, cuando caminaba junto a mis dos hijas (en aquellos entonces menores) —Brenda y Atzhiri— por una calle de Guadalajara.
Pasamos frente a una pequeña y muy humilde escuela de karate. Desde su interior se oían gritos de niños y niñas que entrenaban con energía. Mis hijas, intrigadas, me preguntaron qué estaba ocurriendo y por qué gritaban tanto. Respondí que estaban practicando un deporte. En ese momento no sabía que el karate no era simplemente eso.
Para mi sorpresa, ambas me pidieron entrar. Querían correr, gritar y jugar como los demás niños. Me sorprendió su entusiasmo, pero también me hizo reflexionar. A su edad, yo habría deseado lo mismo. Recordé que, en mi infancia, mi padre habría respondido: “no hay dinero para esas cosas”.
Así que, impulsados por la curiosidad y la empatía, su madre y yo nos acercamos a la puerta de la escuela para pedir informes. Quedamos en que asistirían a la siguiente clase, solo para probar y ver si realmente les gustaba.
Cuando llegó el día, entraron emocionadas. Subieron al área de entrenamiento, cubierto por una lona de plástico verde. Debajo, no había amortiguación que protegiera de una posible caída… y aun así decidieron continuar. Pero, conforme fueron llegando otros niños, mis hijas entraron en pánico. Se paralizaron, congeladas por la timidez y el miedo.
Pensé que el instructor nos pediría que las retiráramos. Pero ocurrió algo inesperado: se acercó, me miró y dijo:
“Entra con ellas. Haz los mismos ejercicios que los demás. Así tomarán confianza.”
Me quité el calzado… pisé el tatami verde… y hasta hoy no he podido bajarme de él.
Dos meses después, mis hijas decidieron dejar el karate. Yo, en cambio, seguí. Con 30 años, inicié una aventura que transformaría mi vida: el estudio del estilo de karate coreano conocido como Tang Soo Do.
Mi primer instructor fue Rogelio Cuaya Fabián, en el Instituto Jalisco de Tang Soo Do, afiliado entonces a la Asociación Mundial de Tang Soo Do. En mayo de 2007, obtuve el segundo DAN bajo la misma guía, ya como parte de la Federación Mu Sa Kwan Tang Soo Do, presidida por el Gran Master Greg Bolia.
Desde aquel día de marzo, las artes marciales dejaron de ser una actividad física. Se volvieron mi camino. Un error afortunado. Un acto de amor paternal. Una transformación personal que aún continúa.
En compañía de los Master Rogelio Cuaya Fabian, Adrian Davalos Zamorano, Anita Fonseca y otro
Página Web: https://www.aprendiendodelasartemarciales.com/
Facebook: @aprendiendodelasartesmarciales
Publicación 08 de abril 2023
Actualización 05 de agosto 2025